Que nous dit vraiment le cycle de l’eau aujourd’hui ?

¿Qué nos dice realmente el ciclo del agua hoy?

¿Qué nos dice realmente el ciclo del agua hoy?

Crecimos con una imagen tranquilizadora: la del gran ciclo del agua, aprendida en la escuela, donde el agua se evapora, forma nubes, regresa como lluvia, se filtra en los acuíferos, fluye hacia los ríos y regresa al océano. Un ciclo simple, casi perfecto, infinito y equilibrado. Pero esta imagen ya no existe. O al menos, ya no refleja la realidad del mundo tal como es.

Lo que Charlène Descollonges, hidróloga independiente , llama "el tío abuelo del agua" es esta representación obsoleta, ahora sacudida por los efectos combinados del cambio climático, la ocupación de tierras y la deforestación. El agua ya no sigue su ciclo natural: se escurre demasiado rápido, ya no penetra en el nivel freático y, a menudo, se evacua rápidamente al mar. El suelo ya no cumple su función de esponja. La vegetación ya no cumple su función de relevo. El resultado: incluso cuando llueve, no beneficia a nuestros ecosistemas a largo plazo.

Sin embargo, el ciclo del agua no se ha detenido. Se ha transformado y se está acelerando. Esta aceleración —causada por la urbanización, las carreteras pavimentadas y la agricultura intensiva— impide que el agua se filtre lentamente. Se escurre, fluye, desaparece. Es esta fuga la que denuncian los hidrólogos actuales: la del agua que ya no podemos contener, que ya no sabemos cómo controlar.

Pero otra revolución está en marcha, una más discreta. Se llama ciclo verde . A diferencia del gran ciclo del agua, a menudo se ignora. Y, sin embargo, es fundamental. El ciclo verde se refiere al agua que absorben las raíces de las plantas y luego se libera a la atmósfera mediante la evapotranspiración. Este vapor de agua, lejos de ser un desperdicio, ayuda a producir... otra lluvia, en otros lugares. Los grandes bosques del mundo —el Amazonas, el Congo, Siberia— no son solo sumideros de carbono: también son bombas de lluvia.

Durante mucho tiempo, esta idea fue rechazada por los meteorólogos. Hoy, el trabajo de investigadores como Anastassia Makarieva y Viktor Gorshkov demuestra que los bosques generan lluvia. "Siembran el cielo", como lo expresó un botánico. Y cuanto más denso y diverso es un bosque, más atrae y redistribuye el agua.

Esta conexión entre árboles y nubes desafía nuestras certezas. Nos recuerda que el agua no es solo un fluido que se canaliza: está en contacto constante con los seres vivos. La deforestación altera los patrones de lluvia, incluso a miles de kilómetros de distancia. Corta las conexiones invisibles de un sistema global e interconectado del que formamos parte.

Charlène Descollonges aboga por una hidrología regenerativa. Una hidrología que ralentice el agua, que permita la infiltración de la gota, que restaure el papel esencial de los suelos, las raíces y los bosques. Una hidrología que no solo mida, sino que acompañe los ciclos naturales en lugar de dominarlos.

Porque lo que nos han enseñado las últimas décadas es que el ciclo del agua se ha vuelto político. Ya no es solo un fenómeno físico: es un campo de batalla entre los usos agrícolas, industriales y energéticos, y las necesidades vitales de los seres vivos . Al transformar los paisajes, hemos transformado las precipitaciones. Al bombear los mantos freáticos, hemos empobrecido el suelo.

Ralentizar el agua, ralentizar nuestras vidas, ralentizar nuestros usos. Todo es un solo movimiento. Y quizás, al redescubrir la verdadera cara del agua, la que conecta, la que circula, la que nutre sin poseer, redescubriremos una parte esencial de nuestra conexión con la vida.

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