
¿Por qué el agua que bebemos se ha convertido en un importante problema de salud pública?
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Hace apenas unos años, abríamos el grifo sin rechistar. Hoy, el agua potable en Francia es motivo de preocupación. Este acto vital y cotidiano se ha convertido en el reflejo de una crisis más amplia: la de un recurso que durante mucho tiempo se creyó puro, ahora contaminado por la actividad humana. Desde la fuente hasta el vaso, ¿qué sabemos realmente del agua que consumimos? ¿Y cómo hemos llegado hasta aquí?
Contaminación difusa, persistente y subestimada
Pesticidas, nitratos, metales pesados, microplásticos, residuos de medicamentos, disruptores endocrinos... La lista de contaminantes del agua potable crece año tras año, al ritmo de los descubrimientos científicos. Hoy en día, Francia se enfrenta a una contaminación generalizada de sus aguas subterráneas y superficiales. Se estima que más de 10 millones de personas beben agua sin garantizar su salud.
¿Las zonas más afectadas? Las regiones agrícolas (Centro-Valle del Loira, Borgoña, Occitania, Franco Condado), pero también las zonas industriales (como Gard y Normandía) e incluso las zonas cercanas a los aeropuertos, donde los PFAS, conocidos como "contaminantes eternos", permean el suelo. El tritio también se encuentra cerca de las centrales nucleares y microplásticos incluso en el agua embotellada.
Agua del grifo, agua embotellada: dos realidades muy diferentes
La mitad del agua del grifo proviene de aguas subterráneas y la otra mitad de aguas superficiales (ríos, lagos y arroyos). Se trata, se monitoriza y se desinfecta. Su calidad se rige por aproximadamente 40 parámetros, pero estos no abarcan todos los contaminantes potenciales. Algunas moléculas, como los metabolitos de pesticidas o los medicamentos, aún se monitorizan de forma deficiente.
En cuanto al agua embotellada, sus regulaciones son paradójicamente menos estrictas. El agua mineral, por definición natural y supuestamente pura, no puede ser tratada. Sin embargo, varias marcas utilizan filtros ilegalmente para descontaminar fuentes contaminadas. En 2024 estallaron escándalos, especialmente en torno a Nestlé, que continuó comercializando agua contaminada bajo la apariencia de pureza.
La vigilancia aún es demasiado deficiente
Hoy en día, los sistemas de control dependen en gran medida del autocontrol de los productores de agua, ya sean públicos o privados. Las agencias sanitarias regionales, encargadas de verificar estos datos, carecen de los recursos necesarios. Sobre todo, la lista de sustancias analizadas varía de una región a otra: puede que no se encuentre nada simplemente porque nadie busca.
Los avances tecnológicos permiten detectar más de 1000 compuestos diferentes en una sola agua potable. Pero ¿cuáles son realmente peligrosos? Debido a la falta de datos sobre salud, muchas sustancias aún escapan a la regulación.
¿Cuáles son los riesgos para la salud?
Cánceres, trastornos del desarrollo, enfermedades neurodegenerativas... Los estudios comienzan a demostrar que, incluso en dosis bajas, ciertos contaminantes pueden tener efectos sobre la salud, especialmente en casos de exposición crónica. Los riesgos son mayores para niños y mujeres embarazadas.
Los nitratos, por ejemplo, están relacionados con trastornos tiroideos. Ciertos antifúngicos, presentes en el agua en dosis infinitesimales, han mostrado efectos alarmantes en el desarrollo neurológico en el laboratorio. Las combinaciones de contaminantes plantean un problema adicional: sus efectos combinados aún se comprenden muy poco.
¿Deberíamos entrar en pánico? No. ¿Pero deberíamos actuar? Sí.
Si bien la gran mayoría del agua sigue cumpliendo con las normas actuales, estas mismas normas pueden ser cuestionadas. En algunos países, los umbrales permitidos son hasta 30 veces más estrictos. Francia, sin embargo, parece estar rezagada. Los acontecimientos recientes lo demuestran: ante la magnitud de la contaminación, las autoridades en ocasiones han preferido cambiar las normas en lugar de tomar medidas drásticas.
Los propios productores de agua están preocupados. Al carecer de los medios técnicos para medir ciertos contaminantes, se exponen a una responsabilidad penal difícil de asumir. Algunos, como la unión Atlantique Eau, han optado por la transparencia informando a los usuarios. Sin embargo, esto no ocurre en todos los casos.
¿Qué soluciones para el mañana?
Informar. Invertir. Tratar desde la fuente. Esto requiere una profunda transformación de nuestra relación con el agua. Debemos repensar la agricultura, prohibir los productos más tóxicos, proteger las cuencas hidrográficas, modernizar las plantas de tratamiento y, sobre todo, armonizar los controles y los umbrales.
El agua es un bien común. Debe gestionarse como tal, con rigor, transparencia y voluntad política. Porque más que nunca, el agua que bebemos refleja el estado del mundo en el que vivimos.