
PFAS: Los contaminantes eternos que amenazan nuestra salud y nuestro medio ambiente
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Invisibles, persistentes y ubicuos: los PFAS, o sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, son actualmente una de las principales preocupaciones mundiales en materia de contaminación química. Estos compuestos artificiales, que suman más de 4700, se conocen a veces como "sustancias químicas permanentes", ya que su degradación en el medio ambiente es lenta, si no inexistente. Pero ¿qué sabemos realmente sobre estas sustancias y, aún más importante, cómo podemos protegernos de ellas a diario?
Compuestos omnipresentes en nuestra vida diaria
Utilizados desde los años 50, los PFAS están presentes en multitud de productos de consumo: envases alimentarios resistentes a las grasas, textiles hidrófugos, revestimientos antiadherentes para utensilios de cocina, espumas ignífugas, productos cosméticos, agentes impermeabilizantes, etc. Su excepcional resistencia al calor, al agua y a las grasas los convierte en materiales muy apreciados en la industria.
Pero precisamente esta estabilidad es el problema: los PFAS no se degradan, ni en el medio ambiente ni en el organismo. Una vez liberados, se acumulan en el agua, el suelo, las cadenas alimentarias... y en nuestros tejidos.
Los riesgos para la salud ya están comprobados
Ignorados durante mucho tiempo, los efectos de los PFAS en la salud humana están bien documentados. Su acumulación gradual puede provocar daño hepático, trastornos tiroideos, disminución de la fertilidad, aumento de peso, mayor riesgo de ciertas enfermedades (en particular, enfermedades testiculares y renales) y debilitamiento del sistema inmunitario.
Algunos estudios también han observado efectos en el desarrollo fetal e infantil. Su presencia se ha medido en la sangre de la mayoría de la población europea.
Un problema de salud pública europeo
En respuesta a esta situación, se han implementado varias iniciativas europeas. El programa HBM4EU (Biomonitorización Humana para Europa), implementado entre 2017 y 2021, permitió comprender mejor la exposición real de la población a las PFAS. Los datos recopilados contribuyeron a la formulación de recomendaciones para una gestión más segura de estas sustancias.
Hoy, la asociación PARC (Asociación para la Evaluación de Riesgos de las Sustancias Químicas) asume el control, reforzando las bases científicas para la evaluación de riesgos químicos. El objetivo es anticipar los efectos a largo plazo, regular el uso de PFAS y limitar la nueva contaminación.
¿Cómo reducir la exposición a los PFAS?
Aunque estas sustancias son difíciles de evitar al 100%, ciertas acciones pueden limitar eficazmente su presencia en nuestra vida diaria:
- Evite los utensilios de cocina antiadherentes desgastados (tipo teflón), especialmente si están rayados.
- Priorizar los textiles no tratados o aquellos certificados libres de PFAS (etiquetas Oeko-Tex, GOTS, etc.).
- Lea las etiquetas de los cosméticos y evite aquellos que contengan ingredientes como “PTFE”, “perfluoro” o “polifluoro”.
- Filtrar el agua del grifo mediante sistemas adecuados (carbón activado, ósmosis inversa), especialmente en zonas identificadas como contaminadas.
- Limite los alimentos procesados y los envases grasosos (comida rápida, palomitas de microondas, etc.).
- Evite los productos impermeabilizantes en aerosol, especialmente para textiles o calzado.
Contaminación invisible pero muy real
Lo que hace que los PFAS sean particularmente insidiosos es su invisibilidad: huelen, colorean y no cambian de sabor ni de apariencia. Sin embargo, se acumulan silenciosamente, a veces durante décadas. Es esta lentitud, combinada con su ubicuidad, lo que los hace tan problemáticos para las generaciones actuales y futuras.
¿Hacia una regulación más estricta?
La Unión Europea está trabajando en una prohibición gradual de los PFAS en muchos usos no esenciales. Algunos Estados miembros, como Dinamarca y los Países Bajos, ya han adoptado medidas enérgicas. Sin embargo, la transición llevará tiempo: identificar, evaluar y sustituir estos compuestos sin comprometer la seguridad ni el rendimiento del producto es un reto complejo.
Conclusión: un llamado a la vigilancia colectiva
Tomar medidas contra las PFAS es un problema de salud pública, una emergencia ambiental y una cuestión de responsabilidad colectiva. Al cambiar nuestros hábitos de consumo y apoyar iniciativas regulatorias, todos podemos ayudar a limitar el impacto de estas sustancias en el medio ambiente y en nuestros cuerpos.
El agua que bebes , los objetos que tocas, los alimentos que consumes: todo esto puede contener PFAS hoy en día. Pero es posible tomar decisiones más informadas.